El Retroalimentado
Un día mi padre llego en la noche y nos reunió a todos, es muy común en nosotros que nos
reunamos y hablemos de cosas. Pero esa noche él vino muy contento. Resulta que durante
el día había asistido a un seminario, en la empresa donde trabaja, le colocaron una tarea
para realizar en familia, así que nos pidió el favor.
—Bueno mi querida mujer y mis queridos hijos-Él nos trata así cuando la cosa es muy
solemne—¡Quiero que cada uno me diga que cosas tengo yo por mejorar! —Todos nos le
quedamos mirando con los ojos muy abiertos. No podíamos creer lo que nos estaba
pidiendo… Luego de un momento de asombro y de silencio, mi hermano abrió la boca y
dijo:
—¿Estás seguro papi que es eso lo que quieres que hagamos?
—¡Sí, claro!
—¡Pero papi…! Quise decir algo, pero más bien guardé silencio. Mi mamá solo observaba,
nos miraba como presagiando el caos que se iba a formar.
—Voy por un cuaderno y un lápiz para anotar. —dijo él en medio de una gran sonrisa.
—Me gustaría que empezaras tú hijo. —Le dijo a mi hermano. —La condición es que yo
voy a guardar silencio y simplemente voy a tomar nota.
Mi hermano miró a mi mamá… luego a mí y por último a mi papá.
—Pues bueno papi, provechando este momento…Me gustaría que no me siguieras
presionando con lo de la universidad. Estoy estudiando algo que no me gusta. Es la carrera
que tu elegiste.
Lo soltó de un solo golpe. El semblante de papá cambió de inmediato, se enrojeció.
Apretaba los labios como conteniéndose. No estaba acostumbrado a que le habláramos de
esa manera. Aun así, se mantuvo en la palabra de guardar silencio…
Mi hermano lo miraba midiendo su reacción.
—Me gustaría que confiaras más en mí. Me tratas como a un niño. Tengo 19 años y aún no
me dejas coger el carro.
Mi papá, más que tomar nota, trataba de ocultar su incomodidad.
—Que siga mi hermana -dijo mi hermano. Con la cara que me miró, me dio la impresión de
que temía por las represalias.
Yo quiero mucho a mi papá, y por nada del mundo me gustaría que algo malo le pasara.
Menos que se sintiera mal por culpa mía. Pero igual, tenía dos cositas pendientes.
—Yo quisiera que cuando llegaras borracho, te acostaras. Así evitarías colocar música hasta
altas horas de la noche. Nos dejarías dormir y los vecinos no se quejarían tanto.
Me miro extrañado, como preguntando ¿Y cuando he hecho yo eso?
—Otra cosa que hace rato te estoy diciendo que no hagas, es llamarme “Muñequita linda”
delante de la gente. ¡Tú sabes cómo me incomoda eso!
Esa fue la gota que rebosó el vaso. Agachó la cabeza para tomar nota, pero las lágrimas
caían sobre la libreta…Mi cara se empapó en lágrimas de inmediato. Igual les pasó a mi
mamá y mi hermano. Él continuaba con la cabeza en la libreta, pero ya no escribía…De
pronto se levantó y dijo:
—¡Voy al baño, ya regreso! —se levantó sin darnos la cara.
¡No regresó, se fue a dormir!... Nos dejó de hablar durante una semana.
Diez días después de pasado el incidente pude hablar con él, me comentó que le costó
vencerse a sí mismo y dejar el orgullo para poder aceptar las recomendaciones que le
habíamos hecho. Él estaba muy seguro de que lo que recibiría serian elogios por lo buen
papá que se consideraba. Más adelante tuvimos un segundo intento realizando el proceso de
retroalimentación, pero esta vez hubo consenso y nos fue un poco mejor. Con el tiempo lo
hemos mejorado mucho y los resultados han sido excelentes, se ha convertido en un habito
de cada ocho días, puedo decir que nos hemos acercado mas y la relación familiar se ha
vuelto fluida y deliciosa ¡Me encanta!