Remigio y Josefina
Remigio y Josefina planeaban casarse, la boda había sufrido varios aplazamientos debido a la cantidad de requisitos. El plato fuerte del matrimonio era la relación sexual que Remigio esperaba con ansias y a la cual Josefina le había puesto el tatequieto si antes no había matrimonio. La primera vez que lo intentaron, de eso hace ya seis meses, pensaron que, con tener la plata para los primeros meses de arriendo y la lavadora, exigida por Josefina, era suficiente. Lo de la fiesta y los invitados, los suegros de Remigio eran los encargados. Con lo que no contaron fue con el cura y sus requisitos. El primer requisito decía así:
- Partida de bautismo y confirmación de cada uno de los contrayentes, si la partida es de otra ciudad debe estar autenticada en la diócesis correspondiente.
Ahí empezó el calvario, resulta y acontece que Remigio no sabía si había sido confirmado, por más que trató de convencer al cura de pasar esto por alto, no lo logró. Le tocó viajar a Aguadas (Caldas) a verificar. Para su sorpresa, encontró que no había sido confirmado. La cara de tristeza y malestar no se hizo esperar, el cura de la parroquia, conocido suyo, le dijo
-Algunos colegas míos son bien jodidos, ¡pero no es hora de afligirse hombre, solo pensá en Josefina y levantá el ánimo! Te voy a pasar los requisitos de la confirmación y arreglamos eso.
Remigio con solo ver los requisitos de la confirmación entró en pánico.
- ¡Pero padre, como así que tengo que hacer un curso! Padre, ya tengo 40 años y Josefina me está esperando para casarme ¡Ayúdeme, padre!
-Hijo mío, son las reglas de la diócesis y no me las puedo saltar.
Tenía que asistir a tres sesiones en los próximos cuatro sábados en el horario de 2 a 4 p.m. La cara de tristeza se transformó en rabia, maldijo a toda la generación de curas, desde el mismísimo papa hasta el malnacido cura que decía ser su amigo. Cuando les contó la historia a sus amigos, estos no paraban de reír. Ahora ¿cómo le iba a decir a Josefina que la boda tendría que aplazarse un mes?, que tendría que permanecer en su tierra por todo ese tiempo?…
No ponía un pie en la iglesia desde que contaba 18 años, el hecho de tener que asistir a misa bajo amenaza de correa, le dejó un mal sabor, así que el día que abandonó su casa se prometió que acabaría con ese martirio. Pero Josefina era otro cantar, para ella, la iglesia y sus rituales era algo sagrado. ¡Definitivamente uno se agüeva cuando está enamorado! Pensaba para sus adentros.
El siguiente requisito para la confirmación era conseguir un padrino que igual estuviera confirmado, afortunadamente el compadre Heliodoro estaba disponible. El día de la graduación, los amigos, en broma, cerraron la calle del barrio y le armaron fiesta, toda la vecindad estuvo invitada y enterada del acontecimiento. Inicialmente Remigio se sintió incómodo, pero luego de tres aguardientes terminó riendo igual que todos.
A primera hora del día siguiente llamó a Josefina y le confirmo lo del certificado, le dijo que iniciara los preparativos, que pidiera de nuevo cita con el cura para acordar la fecha.
- ¡Lo que sigue es el cursillo prematrimonial! Afirma el cura mirando a ambos a los ojos, sobre todo a Remigio.
Remigio quedó sin palabras, pensaba que todo estaba listo, ¡Ahora resulta que hay que hacer otro curso! Remaldijo y doblemente maldijo a los curas y toda su recua. Josefina se mantenía firme en la palabra del señor su Dios.
Un mes más tuvieron que aplazar la fecha.
- ¡Padre creo que ahora si está todo listo! Comenta Remigio
-Revisemos nuevamente los requisitos. “Fotocopia del folio del registro civil original de ambos contrayentes”. Lo leyó tomándose el tiempo para medir la reacción de Remigio, pues lo más seguro es que no lo tenga, pensaba el cura para sí.
- ¿Y eso donde se saca? Pregunta Remigio
- ¡Pues en la notaria donde fue registrado!
- ¿En mi pueblo?
- ¡Pues claro! Responde el cura.
Ahí sí Remigio sintió que lo penetraban los mismos demonios y no aguantó más
- ¡Estos hijueputas creen que uno está aquí para perder el tiempo! Y salió como alma que lleva el diablo.
Josefina, firme como una matrona, le llamó la atención y lo obligo a pedirle excusas al curita, ¡si es que en verdad la quería!
A Remigio no le quedó otra opción, seguía tan enamorado como el primer día.
Llegaron a la casa cural muy temprano, Remigio nervioso y de la mano de Josefina, querían restablecer la relación con el cura, que para Josefina era la relación con Dios. Acordaron: si él empezaba a enojarse, ella le apretaría la mano y saldrían a tomar aire, antes de que algo peor ocurriera.
El cura los atendió en su oficina, Remigio permaneció en silencio, dando a entender que con el solo hecho de regresar y estar dispuesto, era suficiente para que el cura se diera cuenta de su arrepentimiento.
-El siguiente requisito, dijo el cura, “si alguno de los dos no pertenece a esta parroquia, expedir certificado de soltería en la parroquia a la que pertenece”.
Remigio evitó la mirada del cura, sabía lo que iba a encontrar, así que era mejor dejar las cosas como estaban, igual le apretó la mano a Josefina en señal de protesta.
Josefina intervino de inmediato
- ¡Listo padre, nos encargaremos! La angustia en la voz hablaba también de su desespero.
El cura trató de calmar los ánimos diciendo:
-Estos requisitos no los coloco yo… No quiero que piensen que trato de incomodarlos ¡No!... Es mi función como pastor de esta parroquia lograr que se sigan los lineamientos de la santa iglesia.
- ¡Señor! Tiene que traer dos testigos que lo conozcan y certifiquen que usted efectivamente es soltero. Le dice la secretaria de la parroquia del barrio donde habita Remigio.
Remigio pensó que era como si el mismo demonio no quisiera que se casaran. ¡Pero no, Josefina valía esto y mucho más! Se daba los mejores ánimos. Como era nuevo en el barrio, sabía que no iba a encontrar testigo alguno. ¡Tal vez la casera! pensó, pero luego desechó la idea. Llevaba solo dos meses, no conocía a nadie… Tocó pagar dos falsos positivos, no quedaba otra…
Le contó el contratiempo a Josefina, y ésta, abriendo los ojos, le respondió
- ¡Por ningún motivo mi matrimonio cargará con semejante pecado!
Pensó que tal vez no fuera el demonio, sino Dios mismo el que estaba tratando de evitar su casamiento, como si se tomara el tiempo para advertirle, una y otra vez, lo que le esperaba… Se sintió avergonzado de semejante pensamiento y apresuró el paso para darle termino al nuevo percance. Tenía que regresar a su pueblo y traer a sus dos mejores amigos para que atestiguaran.
Al termino de seis meses por fin pudieron cumplir con los requisitos y en medio de la fiesta de celebración, todos esos sinsabores formaban parte del pasado, ya eran historia, lo que contaba era la vida futura al lado de Josefina.